La educación 1924-1928

La educación era demanda y preocupación de los grupos que participaron en la revolución, incluido el huertismo. Pese a la escasez crónica de dinero, persistía la voluntad de legislar y de mantener las escuelas abiertas, aunque no siempre con éxito. El artículo tercero constitucional (1917) convirtió la educación en una de las prioridades del nuevo régimen y definió las políticas públicas que marcarían su rumbo durante décadas.
Ofrecer a las mayorías educación primaria era una prioridad. No obstante, también era urgente disponer de maestros, de técnicos, de profesionistas, y de gente capacitada en todos los ramos que pudieran llevar al país por nuevos rumbos. Para ello, era necesario involucrar a los gobiernos estatales y municipales, así como a particulares diversos y, en los complicados años veinte, el tema educativo implicaba recuperar lo perdido y hacer lo que no se había hecho, todo con recursos muy limitados. Se requería confianza y certeza en las nuevas generaciones encargadas de edificar el nuevo país.

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Las instalaciones para la educación superior eran inadecuadas, obsoletas y, muchas veces, improvisadas: algunos edificios databan del siglo XVIII, y los programas de estudio eran del siglo XIX. Además de las carreras tradicionales, como medicina y leyes, se abrían nuevos campos como el deporte y la ingeniería forestal o la administración pública. ¿Cómo hacer compatibles esas condiciones con la necesidad urgente de proveer de profesionistas y mandos capacitados? ¿Deberían cambiar las escuelas?
Ofrecemos a continuación los documentos necesarios para comprender la educación superior en México en 1928, meses antes de la autonomía. Al leerlos, quedan claras las políticas públicas y las dimensiones de la tarea educativa en el país. La Universidad Nacional de México despliega en los textos las medidas propuestas para atender los retos, desde su ámbito de competencia.

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La educación nacional

México, 1928: un país donde la suma del gasto del Poder Legislativo, del Judicial y de la Secretaría de la Presidencia es sólo la cuarta parte del presupuesto para educación pública. Un sistema educativo con 417,000 estudiantes, desde jardín de niños hasta educación superior; 10,000 maestros en 4,300 escuelas; un conjunto sostenido por la federación, los gobiernos estatales, algunos municipios y particulares. Únicamente 5,926 estudiantes de carreras profesionales en nueve escuelas, atendidos por 620 profesores y, en tres estados, ni siquiera había escuelas secundarias. El país contaba con casi el mismo número de preparatorias que de normales. Y, para sorpresa de muchos, poco más de la mitad de la población escolar (50.18) —considerando secundarias, escuelas técnicas, profesionales, comercio y enseñanza doméstica— eran mujeres.
En un país con cinco universidades: Guadalajara, Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, San Luis Potosí, Sureste, y la Nacional, se incorpora un directorio de escuelas, que agrega más escuelas, además de los institutos científicos y literarios existentes. El presupuesto de las cinco universidades sumaba cuatro millones de pesos; poco más de la mitad para la Nacional, que lo gastaba, sobre todo, en sueldos y salarios; la mayor parte de los ingresos propios provenían de las colegiaturas.
La intención de este apartado es acercar a quien lee a las políticas públicas de la época, a través de la voz del presidente, la de mayor eco en la Nación de entonces. Además, ofrecemos la posibilidad de adentrarse en los documentos que redacta el secretario de Educación Pública, con una sólida información estadística y una visión más técnica y compleja.

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Educación en la Universidad

La Universidad Nacional vivió su revolución en los años veinte: se le encargó a José Vasconcelos pensar y diseñar una nueva ley que crearía la SEP y contribuir a redimir a la Nación por medio de la educación. Los meses de Ezequiel A. Chávez fueron un intento más por su autonomía; con Alfonso Pruneda, logró consolidarse, crecer y explorar nuevos caminos, como la extensión o los servicios en Química u Odontología; y finalmente, la autonomía la convirtió, en palabras de Ignacio García Téllez, en el cerebro de la Revolución.
EL ESFUERZO EDUCATIVO EN MÉXICO. LA OBRA DEL GOBIERNO FEDERAL EN EL RAMO DE EDUCACIÓN PÚBLICA DURANTE LA ADMINISTRACIÓN DEL PRESIDENTE PLUTARCO ELÍAS CALLES (1924-1928) incluyó un detallado recuento de la situación de la Universidad, de las labores realizadas en cada dependencia, de los problemas y las soluciones, así como un detallado apéndice estadístico, con cifras en ocasiones contradictorias, pero que en conjunto dejan una radiografía muy completa de la Universidad. El atento lector tendrá una idea muy clara de la universidad que recibió Antonio Castro Leal en 1928 y de las condiciones con que se enfrentó el proceso de la autonomía meses más tarde. Se trata de una institución compleja, viva y con problemas, con gente dispuesta a luchar por ella.
En 1928, la Universidad no había cumplido 20 años. Atendía 9,668 alumnos con un presupuesto de 2’444,969 pesos, de los cuales 68,000 provenían de ingresos propios. Contaba, además, con una nómina para maestros que bajó de 2,647,500 a 1,144,192 pesos entre 1925 y 1928. En este último año, había 716 maestros pagados y muchos voluntarios. Trabajaban 133 administrativos y 214 mozos, porteros y choferes. Aun cuando se requerían numerosas obras de mantenimiento, se recurría al ingenio para hacer rendir el dinero y el trabajo. La Universidad estaba lejos de estar en crisis.

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